El pecado de ser provincianos en Madrid.
No te diste cuenta de lo pequeñito e insignificante que eras para el mundo hasta que pisaste por primera vez Gran Vía.
Madre mía, NO ERAS NADIE.
Y para compensar, estuviste por lo menos tres o cuatro meses recorriéndola para arriba y para abajo sin conocer nada más allá de Plaza de España.
Querías EMPAPARTE del espíritu de LA GRAN CIUDAD.
Jamás creíste que cuatro trocitos de plástico se fuesen a convertir en tus bienes más preciados.
Especialmente cuando volvías de pasar el fin de semana en casa.
Thinkstock
Y eres incapaz de recordar cuántas veces aseguraste por teléfono a todo tipo de familiares que sí, que estabas comiendo bien.
Era un poquito mentira.
El Deseo